Durante la sesión ordinaria del Consejo Permanente de la OEA, celebrada en 16ENE13, el para entonces representante permanente de Panamá, embajador Guillermo Cochez, solicitó un derecho de palabra en la parte de puntos varios de la agenda.
Cochez se refirió a la situación política en Venezuela, donde se estarían violando principios de la Carta Democrática. Las palabras de Cochez desataron una serie de acontecimientos tanto en la OEA como en Caracas y Panamá. El embajador del gobierno venezolano en la OEA, Roy Chaderton, quien habló luego del panameño, lo calificó de patán. El gobierno panameño, en la tarde del mismo 16ENE13, emitió un comunicado desautorizando a Cochez a quien destituyó al día siguiente.
El mandatario panameño Ricardo Martinelli se comunicó con el canciller venezolano Elías Jaua, para informarle que no compartía las palabras de Cochez. El 17ENE13, el vicepresidente venezolano Nicolás Maduro, en declaraciones a EFE dijo "nuestro embajador Roy Chaderton fue muy claro, lo felicitamos en privado y ahora lo felicitamos en público".
En tanto, figuras de la oposición venezolana han destacado la posición de Cochez. La dirigente María Corina Machado tuiteó el 18ENE13: "A partir de hoy Guillermo Cochez es el Embajador de los demócratas de América Latina".
El panameño denunció presiones del gobierno venezolano sobre Panamá exigiendo su destitución.
A continuación la trascripción integral de la intervención de Guillermo Cochez ante el Consejo Permanente de la OEA el 16ENE13.
Durante los dos últimos años hemos dedicado tiempos valiosos para discutir la Carta Democrática Interamericana, documento que en un momento se creyó definiría la razón de ser y el futuro de nuestra organización.
Pocas veces participé en dichas discusiones, al considerar, al igual que muchos aquí y fuera de aquí, que dicha Carta es violentada a diario impunemente por algunos de los que aquí estamos representados. Con aquello de que los intereses económicos y los objetivos políticos están por encima de cualquier principio democrático, por costumbre, comodidad o complicidad, se ignoran selectivamente esas violaciones. En ocasiones, en este augusto salón dedicado a El Libertador Simón Bolívar, algunos han tratado de justificarlas, mientras otros incluso las celebran.
Pese a cualquier otro tipo de consideración, la democracia y sus valores deben estar por encima de todo. Sólo un país en nuestra América, se mantiene al margen de este foro, simplemente porque se rehúsa a aceptar los principios por todos nosotros consignados en la Carta Democrática Interamericana.
Es movido por estas consideraciones y vacilaciones que hoy hablaré brevemente de lo que ocurrió en uno de los países aquí representados, y un poco más extensamente sobre lo que ocurre en este instante en otro.
Déjenme comenzar con algo de historia. En la República de Paraguay, desde 1954 hasta 1989, hubo democracia según la definía su dictador Alfredo Stroessner, reelecto en el cargo ocho veces consecutivas. Había Asamblea Legislativa, existía órgano judicial que a pies juntillas respondía a los intereses del demócrata Stroessner.
De once años de edad lo conocí en mi país, cuando en 1956, en ocasión de la conmemoración del Congreso Anfictiónico de Panamá, se dieron cita Stroessner, Batista, Trujillo, Somoza y otros déspotas americanos que con distintos argumentos, también se hacían pasar por demócratas. Esos mal llamados demócratas, deportaron a su indefensa madre, a una pequeña hermana de trece años y a él que sólo contaba con dieciséis años de edad, en plena juventud de su vida.
Estuvieron presos en la tristemente escuela de mecánica de la Armada Argentina, hoy centro de promoción de los derechos humanos decretada por la ONU. Sabrá Dios cuántos allí murieron o desaparecieron. Me refiero a Martin Sannemann, digno representante del Paraguay en este foro donde el pasado año tanto patalearon los que hoy han quedado en evidencia como cultores de dos tipos de democracia, la de ellos y la de sus amigos, y la de los demás. Y no se es democracia porque uno o unos así lo decreten. Se es democracia cuando así todos lo reconocen.
Una de las principales virtudes de todo sistema democrático es la rendición de cuentas. Así los ciudadanos conocen del estado de la Hacienda Pública y de todo lo que acontece en la estructura de la gestión del Estado.
Ya en una ocasión, cuando en diciembre pasado nuevamente se internaba en un hospital cubano el presidente de Venezuela, todos le deseamos una pronta recuperación. Con mis mejores deseos señalé que se debía, además, explicar con más claridad su estado de salud. Derecho inalienable del pueblo de conocer los detalles de la enfermedad de su líder y Presidente.
Sembrar dudas y alimentar los rumores no puede ni debe ser práctica de democracias y demócratas. No es invadir el plano privado de una circunstancia penosa, ni mucho menos atentar contra el régimen establecido. Simplemente es evitar la zozobra asociada con los vacíos y silencios que terminan por alterar la relación del elector con el elegido y el sosiego de todos los ciudadanos y vecinos.
El pasado 10 de enero, mediante una interpretación constitucional se determinó que el inicio de un periodo presidencial es un mero formalismo cuando se trata de un Presidente reelecto.
Es preocupante que diversas organizaciones hablen de un amalgamiento inconveniente de los poderes públicos donde todos estos han pasado a depender del Ejecutivo.
Especialistas en derecho internacional y constitucional de ese país y del mundo, se han manifestado de manera inconforme a la mencionada interpretación, inclusive la Iglesia católica. El expresidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, preso durante la dictadura de Pinochet, José Fernando Zalaquett, señaló en entrevista de lectura obligatoria, que el dictamen mencionado constituye una prueba de su falta de independencia y del debilitamiento institucional, concluyendo que si bien no es una dictadura clásica porque provino de las urnas, estamos en presencia de una democracia enferma. Cierro comillas.
Lo que nos debe doler a los demócratas aquí congregados, es que nuestro Secretario General se ha precipitado a convalidar una serie de eventos, sin ningún fundamente legal o ético y sin precedente histórico.
Esto, a pesar de su indiscutible trayectoria de perseguido político, probado demócrata y distinguido hombre de leyes. Como resultado y hasta tanto no corrijamos semejante entuerto la OEA entera se ha vuelto cómplice involuntaria de lo que ocurrió ese 10 de enero, de ser ciertos los cuestionamientos hechos sobre esos eventos. De no hacer nada sobre esta potencial violación de claros preceptos de la Carta Democrática, propondría, queridos colegas, de que busquemos la forma de ir clausurando ordenadamente y para siempre esta organización.
Un número importante de países miembros, incluyendo algunos que lamentablemente deberían entender mucho mejor lo que hacen, han optado por desconocer cuál es nuestro verdadero compromiso y, pareciera ignorar cuál es la consecuencia de abandonar la promoción y defensa de la democracia.
Cumplamos con la Carta Democrática, exigiendo así se respeten las Constituciones de nuestro Continente. Procuremos el respeto de la dignidad humana de todas nuestras personalidades políticas y no abusemos de ellas ni siquiera en su enfermedad.
En los casos de Honduras y Paraguay exigieron respeto a la legalidad, pero varios hoy hacen caso omiso de la legalidad que tanto esgrimieron para otros.
No sepultemos a la OEA. Aseguremos que la verdad nos guíen todos los días en dirección a un hemisferio de democracias fortalecidas y líderes democráticos en comunión con una Carta Democrática que hoy debemos invocar sin titubeos.
Cambiemos la imagen que un reputado chileno y, tengo entendido, estrecho amigo de nuestro Secretario General, tiene sobre la OEA. Abro comillas. Un árbol seco en la llanura no se derrumba pero no tiene vida.
Para terminar estas palabras citaré esta frase célebre. Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado ese Estado no debería existir y al fin no existiría. Palabras de Simón Bolívar. Muchas Gracias.
Fotos: OEA
19 de janeiro de 2013
Noticias Clic por Edgar C. Otálvora
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